Práctica erótica (continuación de entrenamiento)

 Bill iba pasando por diferentes Maestros, hasta que llegó con el Maestro Bernard. Le acogió cariñosamente como los anteriores y le dijo, que hoy empezarían a practicar algo nuevo. Iba a empezar a sentir, como le entraba algo por el ano. El Maestro le desnudó como siempre, como todos se lo habían hecho, con caricias, y cuando ya la tenía desnudo, le hizo arrodillarse en la mesa, y poner la cabeza en la mesa. Se impregnó de aceite los dedos índice y corazón de la mano derecha y se los fue introduciendo y sacando. Si algo no te gusta, dilo. Pero Bill, cuando algo no le gustaba, pensaba en lo mal que lo había pasado tirado en la calle. Después de acariciarle un poco su miembro, le pidió que se pusiera con la espalda en la mesa y las piernas levantadas. Le dijo que le iba a introducir un dildo de cristal. lo notaba, pero debía ser pequeño y le entraba sin apenas, hacerle daño. El Maestro se dio cuenta, y empezó con uno mayor. Lo metía y lo sacaba y Bill, lo aguantó sin quejarse.


Le hizo enderezarse y derramó aceite por su cuerpo, acariciándole y engrasándole. Sin soltar su miembro. Comenzó otra ronda con el dildo, esta vez era más grueso y le hacía daño cada vez que entraba, pero Bill, no se quejó, todo fuera por tener una cama y comida. 

Cuando acabó este entrenamiento, el Maestro Bernard, le dijo que iba a hacer cosas nuevas. El Maestro se desnudó y dejó a la vista su miembro. Le pidió a Bill, que se lo chupara. Bill, se aguantó el asco que le daba hacerlo y cogiéndolo con la mano derecha, comenzó a hacerlo. El Maestro fue muy considerado y no soltó nada en su boca.


A continuación el Maestro Bernard, se lo hizo a él. Sintió algo muy especial, le excitaba mucho
Pero también intentó que no se le notara demasiado. Para terminar, el Maestro, le hizo darse la vuelta y empezó a chupar su ano con la lengua. También era muy placentero. Le faltaba el último paso, que se lo estaba temiendo. El Maestro, le hizo sentarse y que pusiera sus piernas sobre sus hombros. Le advirtió que seguramente le iba a doler. Y le metió, despacio, su miembro viril. Esto si  que le dolió. Una heridita le hizo al entrar. Y como entraba y salía, el dolor superaba al posible placer que debiera tener. Tampoco era gay, aunque ya le habían advertido, que este sería su futuro en adelante. 
Lo que tenían estos maestros es que lo hacían todo muy suavemente. Cuando el Maestro terminó, le recogió Elder, con mucho cariño, le duchó y le limpió. y le hizo acostarse hasta la hora de comer. A partir de ahora tendría más entrenamientos así. 

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