Si, soy Pedro, tengo 19 años y resido en un Centro controlado por religiosos, una especie de Colegio Mayor, pero para personas de todo tipo, que no quieran coger un piso en alquiler o estar hacinado en una habitación de un piso. Tengo mi propia habitación, me dan de comer y me lavan la ropa. Llevo aquí bastante tiempo, desde que era estudiante, desde que un día, les dije a mis padres que me independizaba. Estar en un Centro como este te hace cumplir unas Reglas, pero no importa, estoy cómodo y si quiero saltarme las Normas, lo hago con un amigo en su casa.
Hasta ahora, mi vida, no tenía grandes sobresaltos, trabajo, estudio, salgo con mis amigos, y poco más. No sé si por exceso de trabajo o por desesperanzas personales, he estado unos días de puro bajón, de destemplanza, no entraba en calor. El hermano Carlos, encargado de la planta en la que resido, lo notó. Por la noche tenemos que dejar la puerta entornada, debe ser para que no nos visitemos, el Centro es masculino.
Esa noche, después de cenar, me acosté pronto, pero no entraba en calor. Al pasar el hermano por la puerta, le debió parecer raro, y preguntó dese el pasillo, si estaba bien. Le dije que no, pidió permiso para pasar, no encendió la luz. Le dije que no entraba en calor. Salió al ropero y trajo otra manta, me la echó, y remetió. Se sentó en mi cama y empezó a hablarme, a animarme, a quererme ayudar. Hablando muy bajito. Tenía una voz agradable. Pasado un rato se fue. Estaba calentito, me dormí enseguida.
Al día siguiente, me preguntó en el desayuno. Me dijo que me dejaba la manta también esta noche.
Me volví a acostar pronto. Y el hermano Carlos, repitió, volvió a pasarse por mi habitación. Le conté que no entraba en calor. Metió la mano dentro de la cama y me tocó los brazos, es verdad, dijo, no estás caliente. Te traigo una infusión, calentita?
Sí, gracias hermano.
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